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El maestro repiensa su misión

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El quehacer del maestro para que su misión sea más profunda y humanizadora fue el tema en la clausura de los diplomados, que la coordinación arquidioce

El quehacer del maestro para que su misión sea más profunda y humanizadora fue el tema en la clausura de los diplomados, que la coordinación arquidiocesana de evangelización de la educación, la Confederación Nacional Católica de Educación (Conaced) y la Universidad Javeriana ofrecieron a más de sesenta maestros del sector público y privado de Bogotá.

 

Los diplomados fueron pensados para que los maestros encontraran un espacio de formación y reflexión, actualización y estudio dictados por profesores especializados y altamente calificados.

 “Hacia una escuela terapéutica para una ciudad más humana y hacia una educación humanizadora desde la Educación Religiosa Escolar, E.R.E”, fueron los títulos de estos diplomados organizados por la Coordinación de Educación de la arquidiocesis de Bogotá y certificados por la Pontificia Universidad Javeriana. 

El eje central de la orientación de los diplomados estuvo a cargo de los profesores Ivonne Méndez, Óscar Pérez, Óscar Arango y la hermana Isabel García. Para el área de Educación Religiosa Escolar participaron los profesores Nelson Mafla, David Lara y la hermana Ana Francisca Vergara.

La perspectiva de formación desde el evangelio, desde la pedagogía de Jesús, estuvo a cargo de monseñor Luis Augusto Campos, vicario episcopal territorial de Espíritu Santo y del padre Ricardo Pulido, rector de la Universidad Unimonserrate.

El maestro Francisco Díaz, uno de los graduados, comparte su pensamiento en esta ceremonia: 

 “…El maestro que escucha el sentir que nace desde el interior de sus estudiantes, que trata de comprender el porqué de sus expresiones y se preocupa en encontrarle una opción que ayude a superar sus angustias, sus temores, hace de su labor un acto de amor… el maestro que mira a sus estudiantes no como un sujeto que recibe y memoriza información sino como el ser que se transforma continuamente, reconociendo y valorando sus potencialidades particulares, sus diferencias y dificultades.

Estamos llamados a generar confianza en los niños y en los jóvenes, a ser para ellos luz en un mar de adversidades y hacer de esta labor un acto de amor”.  

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Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones